Millones de personas con discapacidad en el mundo, cientos de miles en Europa, viven en grandes instituciones segregadas. Estas instituciones nacieron con un ánimo positivo, el de dar protección, atención y cuidados a personas tradicionalmente abandonadas por la sociedad. Muchos años después, hemos comprendido -y llevado a las leyes- que para garantizar la dignidad de las personas con discapacidad es preciso atender sus necesidades médicas o funcionales, pero también lo es asegurar que puedan vivir sin ser rechazadas, segregadas o marginadas por la sociedad con la que conviven, con los apoyos necesarios. Y que la prestación de estos apoyos, y la eliminación de las barreras, es una responsabilidad social, no individual, ni familiar.
Es verdad que técnicamente el problema de la desinstitucionalización de las personas con discapacidad en los países del sur de Europa puede parecer menos importante que en los supuestamente más ricos y avanzados del norte, dado que, por nuestra forma de vida, la familia soporta en buena medida los servicios de bienestar que en otras latitudes prestan las instituciones. Como resultado, en España tenemos muy pocas personas con discapacidad que viven en grandes centros segregados. Pero esto no significa que estemos libres del problema de la desinstitucionalización.
Los planes de desinstitucionalización pasan por terminar con los grandes centros segregados, es verdad, pero también por la prestación de atención y servicios de manera comunitaria, esto es, por la presencia social de las personas con discapacidad, en los mismos espacios que las demás personas, lo que llamamos “la comunidad”, o “los servicios comunitarios”.
En definitiva, la desinstitucionalización significa terminar con los usos y costumbres que tienden a apartar a las personas con discapacidad de los lugares y los tiempos que ocupan las personas sin discapacidad. Y esto tiene poco que ver con dónde o cómo viven las personas con discapacidad en la actualidad, y mucho que ver con qué hacemos para que vivan dignamente, valiosamente, conforme a sus gustos e intereses, allí donde se desarrolla la vida.