Prueba de fuego para la adherencia
La falta de adherencia a los tratamientos es uno de los problemas que más afecta a las personas con discapacidad y enfermedades crónicas. No solo repercute negativamente en la salud de los pacientes, sino que además genera unos elevados costos en el Sistema Nacional de Salud. Este problema se ha hecho más acuciante debido a la llegada de la COVID-19 y su gran impacto en el sistema sanitario.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) define la adherencia al tratamiento como el cumplimiento del mismo; es decir, tomar la medicación de acuerdo con la dosificación del programa prescrito. Algo tan simple pero a la vez tan complicado. Y es que según la misma organización, los porcentajes de falta de adherencia de cualquier tratamiento farmacológico varían entre el 15% y el 93%, con un porcentaje promedio calculado en 50%. No es muy aventurado decir que estos porcentajes durante la pandemia han empeorado.
“La falta de adherencia a los tratamientos es ya un problema en circunstancias normales. Por lo tanto, no debería extrañar que lo haya podido ser también durante la pandemia ya que ha generado una situación de incertidumbre y zozobra para los pacientes”, afirma César Hernández, jefe del Departamento de Medicamentos de Uso Humano de la Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios (Aemps). “Al miedo que imperaba inicialmente a contraer la enfermedad, se añadía la dificultad para obtener respuestas habituales por los canales habituales”, añade.
Las causas principales de la no adherencia suelen ser los problemas con el régimen prescrito (efectos adversos); instrucciones insuficientes; fallo en la relación médico-paciente; desacuerdo del paciente respecto al tratamiento o mala memoria. Si a estos factores le sumamos una pandemia mundial de un virus altamente contagioso que ha puesto en jaque al mundo entero, y, por ende, el desconocimiento, el miedo al contagio y la falta de medios para atender con seguridad en los principios de la crisis, se añaden a la ecuación, el cóctel es explosivo.
Los primeros meses de esta crisis sociosanitaria fueron muy inciertos y paralizantes tanto a nivel individual como colectivo. Toda la atención sanitaria estuvo centrada en evitar la propagación del virus, con la activación de medidas drásticas como el confinamiento de toda la ciudadanía y el cierre provisional de los centros de salud. Hospitales y otros centros sanitarios se vieron desbordados con la atención de pacientes-COVID y resto de urgencias médicas, dejando a un lado la atención a la cronicidad.
En muchos casos, la farmacia comunitaria ha sido el único establecimiento sanitario abierto y disponible para que los pacientes resolvieran sus dudas sobre la emergencia sanitaria o sobre sus problemas de salud.
La comunicación entre paciente y personal sanitario es fundamental para la Adherencia.
Según explica el jefe del Departamento de Medicamentos de Uso Humano de la Aemps, desde la agencia tuvieron que poner en marcha acciones especiales en materias como los ensayos clínicos, el acceso a medicamentos en situaciones especiales y la garantía del suministro regular de medicamentos.
“En ensayos clínicos para garantizar que los servicios de farmacia de los hospitales enviaran los medicamentos a los pacientes sin que éstos tuvieran que pasar por los centros. En segundo lugar, porque muchos de los medicamentos que se utilizaron durante la fase más aguda de la pandemia fueron distribuidos a través de este sistema precisamente para garantizar que llegaban a los pacientes. Y también se consiguió que las farmacias comunitarias no sufrieran ninguna falta de medicamentos significativa y se gestionó el brutal incremento de la demanda para medicamentos de unidades de cuidados intensivos de manera que tampoco influyera en términos de resultados en salud”, explica.
Pese a todos estos esfuerzos, ha habido pacientes que no lo han tenido nada fácil. Es el caso de Fernando S. T. que tiene una enfermedad crónica en el aparato digestivo y fue uno de los pacientes a los que la crisis del coronavirus le puso las cosas muy difíciles para seguir la adherencia a su tratamiento.
“La situación me pilló fuera de mi comunidad autónoma. Mi medicación solo puede ser dispensada en la farmacia del hospital de referencia, en mi caso, en la de La Arrixaca en Murcia. Desde el hospital podían hacerse cargo del transporte de la medicina en cualquier parte de la Región de Murcia, a través de voluntarios como Protección Civil, pero no podían enviarlo a otra comunidad autónoma”, narra.
Ante tal situación desde la farmacia de La Arrixaca contactaron con el 12 de Octubre, el hospital más cercano a su residencia en Madrid, planteándoles la situación, pero estos, “se negaron a proporcionarme mi tratamiento”. Tras intentar negociar con Madrid, solo pudieron enviar el tratamiento a casa de sus padres en Murcia.
“Desde La Arrixaca se sorprendieron ante la negativa del hospital de Madrid, ya que ellos en situación inversa sí que estaban facilitando a los pacientes su tratamiento y luego entre farmacias ‘arreglaban cuentas’”, explica Fernando S.T.
Por lo tanto, Fernando tuvo que abandonar temporalmente su tratamiento farmacéutico hasta que sus padres tuvieron su medicación en casa y pudieron buscar un servicio de mensajería que garantizara el envío en el menor tiempo posible, al tratarse de una medicación refrigerada. “Teniendo también que ocultar que se trataba de medicina, puesto que la mayoría de empresas de mensajería no realizan, ni se arriesgan, con este tipo de mercancía”, puntualiza.
COCEMFE y su Movimiento Asociativo también tuvieron un papel relevante para contribuir a la continuidad de los tratamientos de las personas con discapacidad. Tras detectar problemas de acceso a medicamentos utilizados de manera habitual por personas con enfermedades crónicas como fue el caso de Fernando, la Confederación trasladó esta problemática a la Dirección General de Farmacia, obteniendo una respuesta rápida dirigida a asegurar la adherencia.
La entidad también organizó a través de su Movimiento Asociativo y personas voluntarias el reparto a domicilio de medicación de farmacia comunitaria y hospitalaria para evitar el desplazamiento de las personas con discapacidad más vulnerables al virus.
Una vez pasada la fase aguda de la pandemia uno de los retos que se presenta a todo el personal profesional de la atención primaria es retomar el control de los pacientes crónicos, empezando por la mejora de su adherencia, ya que este nuevo virus ha cambiado el paradigma de la cronicidad.
“La pandemia ha supuesto una situación completamente nueva para todos nosotros. Hemos reflexionado mucho estos últimos meses sobre los elementos que ha puesto delante de nuestros ojos, y creo que muchos de los elementos ya estaban ahí, que lo que ha hecho la crisis sanitaria del coronavirus ha sido actuar como un acelerador en la búsqueda de soluciones”, explica el jefe del Departamento de Medicamentos de Uso Humano de la Aemps.
La comunicación entre paciente y personal sanitario es fundamental para la adherencia y depende en igual medida del emisor, receptor y canal en el que se desarrolle. Después de la COVID-19 el canal de comunicación queda profundamente alterado ya que el obligatorio distanciamiento social y la necesidad de aumentar la frecuencia en la higiene de los locales y superficies ralentiza los procesos asistenciales, obligando a distanciar en el espacio y en el tiempo las citas entre pacientes y se potencia la atención no presencial iniciada ya durante la crisis con consultas telemáticas, que minimizan la probabilidad de contagio de la COVID-19 pero no siempre eficaces, ya que puede que la llamada telefónica no la realice el mismo médico o doctora que suele tratar a esa persona o que le llame en un momento en el que no pueda dedicarle el 100 % de su atención como sucede en la consulta física.
También se ha detectado que el miedo al contagio ha hecho que muchos pacientes dejen de acudir personalmente a la farmacia a por sus medicamentos. En su lugar se está entregando la medicación a vecinos o familiares con lo que se ha perdido la información que se obtenía directamente de la persona en el transcurso de la atención farmacéutica y por tanto la capacidad de evaluar y mejorar su adherencia si es el caso.
Pero no sólo hay una cara de la moneda y aunque el trabajo por delante es arduo, para César Hernández también es bueno destacar que la pandemia ha dejado una serie de acciones aprendidas que pueden ser de mucha utilidad de ahora en adelante. “En una situación en la que era difícil acceder a la atención sanitaria en condiciones normales, se ha generado alternativas para hacer llegar a los pacientes los tratamientos y la información relacionada con los mismos. Sin que ello quiera decir que la asistencia en el futuro cambie de forma drástica, sí que habrá opciones adicionales que permitan prestar la asistencia sanitaria de nuevas maneras y que podrán ser aprovechadas para mejorar la adherencia a los tratamientos”, reflexiona.
Igualmente, destaca que es “indispensable” dar un impulso a la utilización de las tecnologías de la información para gestionar todo tipo de problemas relacionados con los medicamentos y los productos sanitarios. “Desde cómo hacer llegar la información relevante a aquellas personas que lo necesitan a hacerlo en un formato que favorezca la adherencia y la seguridad de los tratamientos”, afirma el jefe del Departamento de Medicamentos de Uso Humano de la Aemps.
“Todo esto hay que llevarlo adelante de una manera colaborativa, contando con pacientes y profesionales sanitarios que deben orientarnos a la hora de plantear las soluciones a sus problemas”, concluye.